Queridos feligreses:

El cine ha sido siempre uno de los grandes amores que me han acompañado a lo largo de la vida. Desde bien pequeño disfrutaba viendo películas de Hitchkock, de los hermanos Marx, de indios y vaqueros, de ciencia ficción…

Y eso fue educando mi vista para poder apreciar el cine en toda su belleza, con toda su profundidad. Ahora que llevo ya cinco años siendo sacerdote me queda muy poco tiempo para poder dedicar al cine, pero de vez en cuando intento ver alguna película. Y muy de vez en cuando grabo alguna cosa y la monto con mi ordenador.

Quería compartir con vosotros un descubrimiento que hice allá por el año 2011. Se trata de uno de los directores que más asombro me ha producido desde hace mucho tiempo: Terrence Malick.

Reconozco que la propuesta de este director es distinta del lenguaje narrativo que suelen usar las películas a las que estamos «acostumbrados». Pero mi experiencia es que, si uno es capaz de entrar en esta propuesta, la belleza de la imagen pasa a mostrarse como un sacramento que apunta hacia un más allá aún más bello… amplía el horizonte de lo contemplado hasta llevarlo a lo trascendente.

Recuerdo que cuando fui al cine a ver la película “El árbol de la vida”, hubo personas que se levantaron de su asiento y se marcharon. Quizá habían ido a ver “una película de Brad Pitt” y se encontraron con una película de Terrence Malick que les descolocó por completo.

Ahora este director acaba de estrenar en España la película “Vida oculta” sobre la vida de Franz Jägerstätter, un austríaco católico que se negó a jurar fidelidad a Hitler y aquello le trajo unas consecuencias muy dramáticas. El papa Benedicto XVI autorizó su beatificación en el 2007.

No puedo aconsejaros esta película porque soy consciente de que no es una película fácil de ver. Si uno no entra en la propuesta narrativa de este director, se puede convertir en un calvario de tres horas aquello que, en sí, es una obra de arte. Pero sí puedo compartir con vosotros la belleza que me ha sido regalada en la contemplación de esta obra.

He de decir que, de nuevo, Malick ha vuelto a asombrarme. No solo por la belleza de las imágenes, sino también por la música original de James Newton Howard, por los sonidos (muy cuidados en todas sus películas), por las voces en off inspiradas por las cartas del beato Franz y su mujer, por ese montaje tan peculiar con la cámara en la mano, por el recurso del agua. Y porque es capaz de profundizar hasta lo hondo de la conciencia para mostrarnos su grandeza. Y siempre abierto a la trascendencia.

Memorable la escena con Bruno Ganz que recuerda al juicio ante Poncio Pilato y también la escena final justo antes de la ejecución en la que aparecen junto al beato Franz los dos ladrones que crucificaron al lado de Jesús.

Doy gracias a Dios por la inspiración y las dotes artísticas que ha regalado a Terrence Malick. Doy gracias a Dios por haberme hecho capaz de conectar con esta propuesta cinematográfica y haberme dejado asombrar por la belleza de las imágenes y de su profundidad sacramental.

Quiera Dios que Terrence Malick pueda seguir desarrollando estos dones que ha recibido y que nosotros podamos seguir disfrutando del asombro que produce la contemplación de sus obras.

Un fuerte abrazo.

José Ramón